El viajar es un placer

El abuelo de este blog

Posted on: agosto 20, 2008

Revisando papeles viejos, encontré uno amarillento (lo que me hizo sentir viejo) con un texto escrito por mí en enero de 1994 (dulces 19), tal vez publicado en alguna revista barrial (no lo recuerdo), titulado “El placer de vacacionar” y que podría llegar a ser considerado el primer post de “El viajar es un placer”. Lo comparto tal como estaba.

Luego de disfrutar del año como un verdadero playboy, planeé mis vacaciones en el lugar que marca la onda del verano: la playa Bristol, en el corazón marplatense.

En sólo 18 horas, el micro (que paró en todos los pueblos intermedios, gracias a lo que logré reducir mis gastos en casi siete pesos) me depositó en mi tan anhelada meta. No pude esperar: me calcé las ojotas, me las saqué, me saqué zapatos y medias, volví a calzarme las ojotas, me puse anteojos ahumados (una vez se me cayeron adentro del microondas), el gorrito visera estilo rapper y, luciendo mis bermudas floreadas, caminé hacia la playa.

A mi andar, fui recogiendo las miradas y los gestos de seducción de todas las mujeres con las que me crucé. Las más tímidas sólo me sonreían, mientras que otras, verdaderamente zafadas, directamente se mataban a carcajadas.

“Lo primero, un chapuzón”, dije, corriendo hacia el océano. Una chapita de gaseosa perdida en la arena se incrustó en la planta de mi pie y desvió mi destino hacia la enfermería pública de la playa. Ya con el brazo vendado y Merthiolate en la cabeza, desplegué una lona y me senté sobre un monte de yerba y cáscaras de naranja, dispuesto, ahora sí, a gozar de la jornada.

Estaba todo tan agradable que me quedé dormido. Desperté a las dos horas con un tremendo ardor en los hombros y una fuerte sensación de pinchazo en la espalda. “Qué fuerte que está el sol”, exclamé. Si bien lo de los hombros justificaba la aseveración, lo de la espalda se debía a que un distraído había clavado allí su sombrilla.

Nuevamente en la enfermería, me cambiaron la venda del brazo y me agregaron Merthiolate en la cabeza, explicándome que eran los únicos materiales con los que contaban.

Noté, porque faltaban, que en medio de una confusión alguien se había llevado por error mis ojotas y mi lona, junto con el resto de mi bolso. Pensé en ir a buscar hotel (confieso que el ánimo se me había decaído un poco), pero preferí no perderme las dos horas de sol que restaban. Me recosté en la orilla, con el fin de no incinerarme con la hirviente arena seca y me dormí de nuevo.

Esta vez me despertó un pelotazo certero que dio justo en mi ojo. Al levantarme, noté que el partido de fútbol que se jugaba a mi alrededor llevaba ya unos cuantos minutos de desarrollo, porque pude vislumbrar decenas de moretones y abolladuras depositadas por toda mi anatomía.

Por suerte, el día no terminó tan mal: en la enfermería habían conseguido aspirinas.

2 respuestas to "El abuelo de este blog"

Todos empezamos con los buenos recuerdos de los viajes y las vacaciones y luego nos dan ganas de compartirlas, aunque no seamos expertos, yo tengo un blog http://www.vacacionesfeliceseinolvidables.wordpress.com modesto pero hecho de buenos recuerdos.

Felicitaciones, Sandra. Y seguí disfrutando de tus viajes.

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